Sal con una chica que lee.



Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.

O mejor aún, a una que escriba.

Por Rosemarie Urquico.

sábado, 19 de abril de 2014

De días pasados.

Con un hormigueo en los dedos me congelo sobre el tecleado y observo fijamente la pantalla. 
Las comisuras de mis labios suben.
“Somos nosotros.” Procuro murmurar en el susurro de la oscura noche y de la emoción se me hace un nudo de peces en la garganta.
Los ojos se me han cerrado y he empezado a respirar mas audiblemente. “Somos nosotros” me repito ahora en mi mente. No hay cabida para un verbo en pasado aquí.
Reviso una y otra vez las caras en el monitor, sonrientes, ansiosas y jóvenes.
Unos pocos años se han ido volando cual paloma liberada de su pequeña casa/cárcel.
Me rió y veo a Nory tejer una trenza en su cabello. Me rió y recuerdo a Andres y a Anto jugar futbol en el receso. Me rió y se ríen conmigo Ronald, Gherson y Antonio. ¡Epa Laura! Susurra a mi oído el pasado con la voz de Altuve. Un beso se posa en mi mejilla con los labios de Suil. A la salida me esperan Gerardo y Mari listos para comer un helado.
Y nos reunimos en el Plaza, como todos los días, como si no hubiera pasado ningún día. Henrry decide aplicar una técnica ancestral llamada Chinazo, Angeles dice que bajemos a pie y Daniela hacen un berrinche por sabra dios que.
Me rió.
Me rió y sonrió, con mi pasado.
Sigue allí después de todo.
Invertimos tantas horas hablando sobre nada pero riéndolo todo.

Y eso, en definitiva, se llama un buen recuerdo.